CALIDAD HUMANA: MEZCLA DE DIGNIDAD DE SER QUIENES SOMOS Y DE HUMILDAD PARA RECONOCER QUE PODEMOS MEJORAR. (2ª Parte)

Apuntes sesión quinta para Escuela de Padres de ATELMA (Taller de Desarrollo Emocional)

IMAGEN MANOS

5.La Calidad es un cóctel de respeto, urbanidad, sinceridad y cooperación.

– Respetar es actuar dándonos cuenta de que no estamos solos. El que respeta mira a su alrededor y el que no respeta no lo hace. Quien sabe mirar a su alrededor y ver que hay personas como él, que no está solo, sabrá qué significa respetar.
– La urbanidad es la manifestación externa del respeto hacia los demás; está formada por un conjunto de normas relacionadas con la convivencia. La urbanidad no suple el respeto hacia las personas, sino que lo pone de manifiesto.
– La sinceridad es la expresión externa de lo que interiormente pensamos o sentimos; la ausencia de simulación y de hipocresía. Hace posible la convivencia pero el derecho a exigir la verdad tiene sus límites y debemos tenerlos en cuenta.
– Cooperar, colaborar, contribuir… implica trabajar juntos, empujar todos en la misma dirección, hacer caminos juntos, tomar parte con otros para conseguir un objetivo común. Una persona coopera con las demás cuando hay una reciprocidad, ya que si esta no existe, estaríamos hablando sólo de una ayuda. Cooperar tiene siempre una doble dirección: yo beneficio a los demás y los demás me benefician a mí, y este es el principio fundamental de la CALIDAD HUMANA.

Las raíces de la calidad humana se encuentran en la empatía y en la ética:

La frase “nunca preguntes por quién doblan las campanas, porque están doblando por ti” es una de las más célebres de la literatura inglesa. Estas palabras de John Done se dirigen al núcleo del vínculo que existe entre la empatía y el afecto, pues el dolor ajeno es nuestro propio dolor. Cuando sentimos con el otro, cuidamos de él, por tanto, en la empatía, se estructuran las raíces de la calidad humana. Martin Hoffman, investigador de la empatía, sostiene que el hecho de compartir la angustia de quienes sufren, de quienes están en peligro o de quienes se hayan desvalidos es lo que nos impulsa a ayudar. Y más allá de esta relación evidente entre empatía y altruismo en los encuentros interpersonales, Hoffman dice que la empatía (la capacidad de ponernos en lugar del otro) es, en última instancia, el fundamento de nuestra actitud ética; según este investigador el desarrollo de la empatía comienza ya en la primera infancia; después del primer año, cuando los niños comienzan a darse cuenta de que su identidad está separada de las identidades de los otros, tratan de calmar el llanto de otro niño ofreciéndole por ejemplo su peluche favorito. A los dos años, los niños empiezan a comprender que los sentimientos de los demás son diferentes a los suyos y así descubren las pistas que les llevan a conocer cuáles son. En la última etapa de la infancia el nivel de empatía es más avanzado, y los niños sienten el malestar más allá de la situación inmediata, comprendiendo situaciones personales que constituyen un sufrimiento continuo; se dan cuenta de la situación de los pobres, de los marginados… y en la adolescencia se rebelan en contra de las injusticias ajenas.

La empatía en las personas condiciona su ética, cuanta más empatía sintamos por los otros más posibilidades existirán de que nos comprometamos con ellos; por tanto, cuanto más empática es la persona, más calidad humana encontramos en ella. Pero las personas que cometen delitos suelen carecer de toda empatía: violadores, pederastas y maltratadores comparten esta carencia, con incapaces de experimentar la empatía, y esa incapacidad para sentir el sufrimiento de los otros les permite un autoengaño que les otorga el valor necesario para llevar a cabo sus delitos. La base de su frialdad es su incapacidad total y absoluta para establecer conexiones emocionales profundas con las personas; mientras la mayoría de nosotros reconocemos de forma rápida palabras cargadas emocionalmente, sus cerebros no reaccionan ante estos estímulos y no responden a los afectos.
6.- Calidad de vida en los diferentes ámbitos: Calidad total, calidad social y calidad humana… ¿por dónde empezamos a buscar? Pautas de actuación. Educación emocional para desarrollar la calidad humana desde la escuela.

Podría decirse que la calidad de vida es un concepto particular para cada ser humano, ya que se trata de una percepción unida a estados valorativos personales de satisfacción tanto interna como externa y que lógicamente depende de la inteligencia emocional de cada persona. Consiste por lo tanto en ser conscientes de que las emociones están ahí no para evitarlas, sino para utilizarlas en favor de los objetivos personales y profesionales con la mayor “calidad “posible. Lo que así conseguimos es integrar a nuestra persona con aquello que realizamos (cuando hablamos de “integrarnos “queremos decir “hacernos responsables”) y de este modo dejaremos de percibir que son los otros quienes nos provocan o nos hacen sentir de una u otra manera. El proceso que conduce a ser emocionalmente inteligentes encuentra su sentido en el ámbito de la educación (según Montaigne, humanista francés, “no se educa ni el cuerpo ni la mente; se educa al hombre”). Toda emoción revela un estado mental (pensamiento y creencia) no desvelado, que esperar ser recuperado e interpretado, y los actuales mecanismos educativos están empezando a descubrir el enorme valor informativo de los estados emocionales y motivacionales. La calidad de vida incluye la calidad humana, la calidad social y la calidad total.
Para lograr una mayor calidad humana necesitamos:
• Reconocer y manejar las propias emociones y creencias.
• Aumentar la efectividad personal y profesional.
• Aumentar la motivación en el trabajo.
• Conseguir una comunicación más eficaz en todos nuestros ámbitos.
• Optimizar las relaciones en la vida personal y profesional.
• Ayudar a que otros consigan sus propios objetivos.

Según Bernabé Tierno, el éxito auténtico es el éxito sobre nosotros mismos, el que procede de la coherencia interna y de la integridad moral, en definitiva de una vida honesta; de ahí que en una sociedad como la nuestra en la que todos los intercambios tanto comerciales como personales se basan en la confianza, siempre se preferirá tratar con aquella persona de la cual nos podemos fiar en todos los sentidos, una persona que, siguiendo con la opinión del mismo autor, contará con:

– Un hondo sentido del conocimiento y aceptación de la realidad, sin disfrazarla ni hacerla diferente siendo sincero con la parte que tiene enfrente.
– Un sentido de la responsabilidad utilizando todos los medios de que dispone para la buena marcha de la sociedad.
– Un sentido de la justicia, teniendo presentes los intereses de todos.
– Un sentido de la generosidad, estando receptiva a las necesidades de los demás y prestando ayuda en los momentos precisos.
– Un sentido de la lealtad, cumpliendo los tratos con honestidad.
– Un sentido de la sinceridad, dando la cara en el momento preciso.

La calidad total consiste en un sistema de vida que puede ser aplicado en cualquier tipo de organización en la que los seres humanos sean lo más importante. La filosofía, los sistemas y los métodos de la calidad total orientan a las personas a satisfacer sus necesidades de tal manera que ganen subjetiva y objetivamente en calidad de vida. La calidad social se produce a partir de la unión de intenciones, expectativas, principios, reglas… que posibilitan una vida óptima dentro de las mejores condiciones posibles y desarrollando un equilibrio psíquico y físico en el ser humano; la calidad humana se relaciona directamente con los derechos de la persona, su carácter, sus emociones y sus virtudes dentro de su propio ámbito y en el marco cultural en que se encuentra.

Pautas de actuación: Educación emocional desde la escuela.

Todo este conjunto de “calidades” se fomenta desde una educación integral; allí donde existe humanismo, existe comprensión; allí donde existe comprensión existe una educación armónica de persona y entorno, y por tanto se respira una atmósfera más pacífica. Por tanto, para mejorar la calidad humana habrá que mejorar la calidad en la educación. Es fundamental comenzar en la escuela infantil con una educación emocional que incorpore un vocabulario en el que se identifiquen por lo menos las cinco emociones básicas: enfado, miedo, tristeza, alegría y amor. Los niños conocerán en qué momentos surgen cada una de ellas, con qué gestos se expresan y qué provocan; más adelante, se darán cuenta que combinando estas emociones llegamos a los sentimientos que aprendemos a lo largo de la vida cuando los asociamos a situaciones determinadas. Los niños diferenciarán necesidades de deseos, aprenderán a guardar turno, a dar las gracias, a conversar, a hacer amigos, a tener sentido del humor, modales sociales y habilidades básicas. Si pensamos en la educación con una visión global, respetaremos al ser humano, pues todos sus planos se entrelazan y le aportaremos un sistema de signos para que se autoexprese; atenderemos sus necesidades básicas y sus sentimientos, le ayudaremos a madurar emocionalmente, a socializarse, a comprender la interrelación de todo lo que existe y a desarrollar su mundo ético.

Nosotros mismos debemos acostumbrarnos a hablar de lo que sentimos, así daremos a los niños ejemplos adultos e introduciremos un vocabulario emocional necesario para que ellos se acostumbren a utilizar los términos.
TRES PRINCIPIOS FUNDAMENTALES PARA DESARROLLAR LA EDUCACIÓN EMOCIONAL DESDE LA ESCUELA.

– Los niños aprenderán que sólo cuando se reconoce e identifica una emoción se puede controlar.
– Los niños aprenderán desde los primeros años la necesidad de saber escuchar para poder prestar atención a los demás.
– Los niños aprenderán que todos los estímulos recibidos a través de los sentidos nos transforman, así que deben cuidarse los “puentes con la realidad” (los sentidos) para no perder oportunidades de captar información del exterior.

 

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